jueves, 26 de octubre de 2017

Vacaciones. Así fueron

Hace un par de semanas tuve una estupenda escapada. Cinco días en Cancún y alrededores disfrutando de mucha playa, sol, calor y entre otras curiosidades, las ruinas arqueológicas de Chihén Itza, donde se alza el templo de Kukulcán, una de las siete maravillas del mundo moderno, y por tanto uno de esos lugares llenos de historia, pero también de tumultos de turistas que tristemente nos preocupamos más por la fotografía del momento que por la memoria y legado de aquellas civilizaciones que forjaron nuestro presente.

Una de las prioridades de este viaje, aparte del atractivo histórico y turístico era preparar  mi maleta y escoger muy bien cada uno de las prendas que llevaría, pensando sobre todo en la comodidad y en las altas temperaturas a las que seguro me sometería. Entonces me esforcé por armar un mini guardarropa en el que los materiales como la franela, el algodón y el denim fueron los protagonistas que me permitieron sacarle partido al viaje y a la experiencia de extenuantes caminatas y largos días de playa ¿Tan sufrida, cierto?

El resultado fue bastante positivo, hice una inteligente elección de piezas entre shorts, camisetas, enterizos, blusas, un jean (para el viaje de ida y vuelta en el avión), sandalias y tenis, piezas que aunque no hicieron mucho espacio en la maleta me permitieron cubrir las expectativas de vestuario durante los escasos días de mi escapada veraniega y a las que además añadí una pava enorme, muy útil para protegerme del sol y la prenda estrella y mejor descubrimiento del viaje: un abanico, que resultó una muy útil y glamorosa herramienta contra el bochorno.

De las prendas que elegí, me encantó ver que algunas de ellas y sin pensarlo iban muy de la mano con las últimas tendencias como los cuadros vichi en blanco y negro de una de la blusa que usé para el día de la visita a Chichén Itza, las perlas que adornaban mi pava o el jumpsuit corto que use para recorrer las ruinas de Tulum y Playa del Carmén. Aunque yo prefiero apegarme a mi estilo antes que a la moda o a las tendencias, me gustó la idea de llevar aunque sea un poco estos detalles.

Una historia para contar:

Y continuando con el tema de las prendas y materiales adecuados para unas vacaciones tropicales, me gustaría contarles una anectoda muy instructiva que pude ver muy de cerca en este viaje. Se trataba de una joven oriental preciosa que iba en mi excursión a las ruinas de Tulum, junto con su pareja, vestida con una falda de material sintético más abajo de la rodilla, con una especie de enagua de tul, blusa de encaje con mangas a la altura de los codos, tenis y sombrero de paño.

Aunque estaba muy bien vestida, ni la ropa ni los materiales que usaba eran los adecuados, por esta razón ni ella, ni su acompañante terminaron el recorrido debido al calor que esa ropa sofocante no ayudaba a calmar. Estos pequeños grandes detalles son los que en términos de estilo, ropa y comodidad hacen de unas vacaciones vayan de adoradas a odiadas y no estoy hablando en términos fashion, sino de la elección de las prendas correctas para el lugar adecuado.

Finalmente, a continuación les dejo esta fotografía con el resumen de mi guardaropa de escapada de verano.



jueves, 12 de octubre de 2017

De viajes, maletas y equipaje

Para escapadas cortas o viajes largos, el equipaje es el compañero esencial de cualquier viajero. No importa si el destino está a dos horas de casa o si hay que atravesar el océano, la ropa que nos acompaña y la manera como la empacamos más que una mera necesidad, constituyen un importante juego estratégico cuya finalidad es hacernos lucir bien con la menor cantidad de prendas posibles, pero siempre conservando nuestra individualidad y estilo propio.

Escoger las prendas que llevamos en la maleta es algo así como armar un rompecabezas en el que las piezas deben de cazar de manera exacta y coherente. Es como crear una pequeña colección, lo suficientemente compacta y congruente que nos ofrezca una multiplicidad de combinaciones adecuadas para el clima, lugar o actividades que podamos realizar.

Es que no es lo mismo llevar un equipaje liviano para unos días de playa, que hacer maleta para unas vacaciones durante la época de invierno, y la cosa cambia totalmente cuando el viaje es de negocios o trabajo, lo que implica que en unos metros cuadrados se deba llevar la ropa necesaria para lucir profesional, bien vestida, fresca y sobre todo muy versátil.

Teniendo en cuenta las múltiples posibilidades, lugares y tipos de actividades que un viaje nos puede generar, a continuación comparto con ustedes algunas de los aspectos, que de manera personal, me gusta tener en cuenta a la hora de empacar y preparar mi ropa y maletas cuando viajo:

Imagen: Google imágenes
  • Estar segura del lugar al que me dirijo y las actividades que voy a realizar, de esta manera se exactamente qué tipo de ropa, zapatos y complementos debo llevar y evito, a la hora de hacer maletas, empacar piezas innecesarias.
  • Hacer un listado de los productos de belleza que necesitaré, estos últimos generalmente son los que más ocupan espacio en la maleta. Si el viaje, por ejemplo, implica una estadía larga en otro país o ciudad por motivos laborales o de estudio, es mejor comprar estos productos en el lugar de destino y llevar solo la ropa, de esta manera no solo se ahorra espacio, sino dinero ya que los kilos extra de equipaje suman mucho a la hora de viajar.
  • Tener una lista de toda la ropa que llevamos es muy útil porque nos permite enfocarnos en las prendas que vamos a necesitar para nuestro viaje. Seguramente no llevaremos un vestido de baño a un viaje laboral o una chaqueta pesada para un clima cálido y si tenemos una lista definida de las prendas que necesitaremos no solo seremos más eficientes a la hora de empacar, sino que ahorraremos espacio y dinero.
  • La lista de ropa no es solo útil a la hora de salir de nuestras casa, esta también es de gran ayuda para planear nuestro regreso, de esta manera evitamos dejar nuestra camiseta favorita u olvidar nuestro vestido de baño en la ducha del hotel. A todas nos ha pasado.
  • Al empacar la maleta procurar que esta pese dos o tres libras menos de las permitidas por las aerolíneas comerciales. Me ha sucedido muchas veces que el equipaje pesa menos en la báscula de mi casa, pero pesa más en el punto de entrega del aeropuerto y teniendo en cuenta este pequeño detalle evito la engorrosa tarea de tener que sacar mi ropa u objetos personales de la maleta.
  • Hacer la maleta con unos días de anticipación. De esta manera se puede planear mejor lo que vamos a llevar o sacar de ella, incluso en esos días previos al viaje y con el equipaje casi listo nos permiten tener una visión muy acertada de lo que se debe y no se debe incluir.
  • Tener la mejor actitud y buena vibra, los viajes bien sean de negocio o de placer son experiencias únicas que aportan aprendizajes incalculables para nuestras vidas.

jueves, 21 de septiembre de 2017

De la oficina a la casa: cambios de estilo e imagen

Foto: Pinterest
Yo, durante muchos años me vestí para la vida de oficina. Mi primer trabajo lo tuve a los 21 años en una editorial y aunque me permitía un poco de soltura a la hora de vestir, siempre preferí un estilo más formal; usaba sobre todo faldas cortas, aunque también llevaba prendas más informales y experimentaba con looks a veces acertados, otras no tanto.

Después de 3 años decidí dejarlo todo y me fui a la otra orilla del mundo. Llegué a Londres: me baje de los tacones, me enfundé en los jeans y pantalones cómodos, ideales para ir al colegio y a cuidar niños. Entonces mi estilo quedó relegado a la ropa informal, útil, práctica y funcional.

Al culminar esta etapa y comenzar mi nueva vida en el país, llegó la que puedo llamar mi época más crítica en términos de estilo, empecé a trabajar en un colegio y usaba uniforme: una falda de cuadros a media pierna y sin forma, camisa blanca y saco de lana; todo largo, ancho y poco atractivo. Me sentía fea y cohibida, porque la ropa es una muestra de nuestra individualidad e identidad, cosa que yo en ese momento no podía expresar.

Al llegar a los 30, empecé a pulir, afinar y definir mi estilo actual, a través de las diferentes experiencias laborales que tuve durante estos años: pasé de las prendas muy informales en un ambiente más creativo a otros donde el código de vestir era más formal y elegante, requerido para visitar clientes y asistir a eventos, experiencias que me permitieron probar con todo tipo de prendas y accesorios, siempre desde un enfoque clásico y con mi toque muy personal.

Hoy en día, mi vida profesional está cambiando, salí de la oficina, estoy estudiando joyería y la mayoría de mi tiempo lo divido entre la escuela y mi casa y aunque mis gustos no han cambiado, si lo ha hecho mi estilo, y definitivamente mi forma de vestir se ha relajado muchísimo más.

Esta experiencia me ha llevado a reflexionar. Sí, yo sé que bajo estas circunstancias, en términos de estilo, la vida se relaja, pero esto no quiere decir que se deba sacrificar el buen gusto y andar por ahí sin maquillaje, una moña y camisetas largas sin forma, (ya pasé por esto) simplemente es el momento para afinar nuestra manera de vestir con elegancia y buen gusto.

Después de explicarles todo lo anterior, a continuación les comparto mis reflexiones o tips, como lo quieran llamar, sobre los aspectos que se deben tener en cuenta para vestirse y sentirse bien cuando se trabaja desde el hogar:

Mi estudio, mi lugar de trabajo: allí escribo, diseño y creo piezas de bisutería y joyería. 

  • Al igual que cuando se trabajaba en una oficina, tomarse unos minutos bien sea la noche anterior o en la mañana para revisar lo que nos vamos a poner, de acuerdo con las actividades a realizar.
  • Pensar en cómo nos gustaría que nos viera un cliente o una persona con la que pudiéramos tener una reunión. Si bien, ahora podemos permitirnos estar más relajadas, esto no quiere decir que andemos por ahí mal vestidas, sin maquillaje o con el pelo sucio.
  • Las sudaderas o ropa de deporte son para hacer ejercicio y aunque estemos en la casa sentadas frente a un computador y no veamos a nadie, el estar vestidas de manera prolija, nos hará sentir y ser más productivas.
  • Los jeans, los tenis y las camisas o camisetas cómodas están permitidas, y en ocasiones pasan a ser nuestro nuevo uniforme, lo importante es que sigamos luciéndolos con gusto; llevémelos bien puestos, limpios, planchados y arreglados. Quien dijo que estar en la casa es sinónimo de verse mal.
  • No le huyamos al maquillaje. Sí, es liberador sentir que podemos llevar la cara lavada, pero un poco de base, polvos, pestañina y brillo labial no le hacen daño a nadie. Cuando llevo días trabajando en mi casa y sin maquillaje me veo pálida y demacrada, pero los cosméticos hacen que como por arte de magia cambie el semblante y suba el ánimo. Créanme eso ayuda a la hora de trabajar.
  • Revisemos nuestro guardarropa con calma y tiempo, de esta manera podemos saber muy bien que prendas tenemos, cuales definitivamente no volveremos a usar, cuales podemos reciclar de nuestra antigua vida y adaptarlas o arreglarlas para que se ajusten a la nueva.
  • Regalémonos un día cada cierto tiempo para arreglarnos y vernos lindas. Salgamos a tomar café o a almorzar, no permitamos que las actividades de la casa o del trabajo nos impidan de vez en cuando usar tacones, llevar un lindo vestido o incluso algo de brillo.

jueves, 14 de septiembre de 2017

No. Yo no me pongo eso

Las mujeres tenemos nuestra prenda fetiche, esa que nos encanta y que nos hace sentir bien, a la que recurrimos cuando queremos ir a la fija porque sabemos que realza nuestra figura y saca el mejor partido a toda nuestra anatomía o simplemente porque es nuestra favorita. Yo, por ejemplo; amo y amaré los jeans, sobre todos los oscuros de talle alto o medio y más bien ajustados. Cuando me los pongo me siento poderosa, guapa, elegante y bien vestida.

En cambio, hay modelitos que no me gustan para nada, aunque estén de moda, sean elegantes o de buena marca nunca me los pondría porque no van conmigo. Obviamente este es un tema muy subjetivo, de gustos y sobre todo muy personal, por eso a continuación les presento mi top five (5) de las cosas que no, gracias, no me pongo.


Foto: Google imágenes.

  1. Los trajes sastre: me da igual si son de falda o pantalón, encabezan la lista de las piezas de vestir que no me gustan. La razón principal: son un uniforme que no me diferencia de otras personas y sus formas o colores son muy limitados, por cierto. Para mí las mujeres que se visten de sastre se ven iguales, no importa si lo compraron en un almacén de retail o los diseñó un habilidoso sastre; me parecen aburridos y sosos aunque, eso sí, debo reconocer que son elegantes y útiles para la vida de oficina.
  2. Corbatas y tirantes: Para algunas ese look andrógino o masculino pega de maravilla y se ven muy sensuales, incluso puede ser muy elegante cuando lo lleva una mujer de negocios muy empoderada de su rol profesional. Yo, por mi parte tiendo a explotar mi lado más femenino y si bien, me gustan mucho los pantalones por su versatilidad y comodidad me decanto más por prendas delicadas y accesorios como collares, aretes o bufandas para darle ese toque girly a cualquiera de mis pintas. Las corbatas y tirantes las dejo en el armario masculino.
  3. Botas blancas: el calzado blanco me ha disgustado casi toda mi vida. Ahora, debo confesar, AMO los tenis blancos, me parecen una prenda comodín perfecta cuando quiero andar cómoda pero no demasiado informal y hasta con vestidos me los he puesto. En cuanto a los tacones blancos, bueno… ya hasta me parecen bonitos para ciertas ocasiones, aunque todavía no soy lo suficientemente osada como para comprarme unos. Pero con lo que si no he podido es con la bota o botín blanco, no van con nada. No tengo palabras para definir lo feos que me parecen.
  4. Ropa TOTALMENTE transparente: no me gusta porque me incomoda la idea de andar por ahí mostrando cada parte de mi cuerpo, incluso las que se supone que no se deberían ver, y es que para mí, uno de los placeres más grandes a la hora de vestir es el poder cubrirme de manera elegante, poder enmarcar mi silueta o simplemente esconderla cuando así lo deseo y esas transparencias tan reveladoras me hacen sentir expuesta y vulnerable.
  5. Medias veladas de colores brillantes o con estampados llamativos: Si bien, soy el tipo de persona que le encanta el color, no lo soporto en las medias veladas o leggins. Hay un motivo estético detrás de esta antipatía y es que al tener las piernas no tan delgadas este tipo de estampados, figuras o colores hacen que se vean gruesas y por lo tanto más bajita de lo que soy, además me parecen muy difíciles de combinar y por lo general, la forma más fácil de hacerlo es con faldas o vestidos negros, y yo entre otras manías, no soy muy amante de llevar este color con tonos brillantes y llamativos. Entonces digo NO.

Aclaro que con este texto solo quiero expresar mi opinión, muy subjetiva y personal sobre estas prendas, bien porque no me gustan o porque me hacen sentir fuera de lugar, pero esto no quiere decir que otras mujeres no las puedan lucir y que por el contrario no se vean elegantes y muy bien arregladas cuando las usan.

Otra cosa, tampoco juro sobre una Biblia que nunca las usaré, porque como sabemos el tiempo, las circunstancias, las vueltas de la vida o los caprichos me pueden llevar un día a ponerme algunas de estas cositas, porque TODO PUEDE PASAR.

jueves, 7 de septiembre de 2017

¿Qué me pongo, cuándo y dónde?

No les ha pasado que les llega una invitación a una fiesta o a alguna reunión de oficina o evento familiar y se hacen un lío cuando hay que elegir el vestido apropiado, de acuerdo con el código de vestimenta indicado. Que si black tie, coctel, casual o informal, estas palabras empiezan a resonar en la cabeza y ponen a dudar a la mayoría de las personas entre: ¿Debo llevar un traje largo? ¿Un vestido a la rodilla está bien? ¿Me pongo sandalias o zapatos cerrados? ¿Puedo llevar jeans?

Pues bien, a continuación encontrará una especie de guía al respecto, que espero, le pueda servir para aclarar algunas dudas y salir airosa a la hora de escoger el código de vestir adecuado según lo requiera la ocasión.

White tie

Fotos: Pinterest

Es el más elegante de los códigos de vestir. Se usa en bodas, ceremonias gubernamentales o para asistir a la opera. Exige llevar traje largo que cubra los pies, preferiblemente de color oscuro, acompañado de zapatos o sandalias de tacón alto, con accesorios o joyas en tonos brillantes. El pelo se recomienda llevarlo recogido en un moño sobrio y elegante.

Black tie

Fotos: Pinterest

También elegante, se lleva en bodas de noche, graduaciones, eventos o premiaciones. Si bien, se recomienda para estas ocasiones el traje largo, se pueden usar  enterizos o traje de dos piezas  y se puede jugar con el color, siempre y cuando vaya con el tono de piel de la persona y conservando la elegancia requerida. Los tacones altos, un bolso clutch y la bisutería fina como accesorios son buenos complementos para este código de vestimenta.

Semi informal o black tie optional

Fotos: Pinterest

Es un código de vestir elegante pero no de etiqueta, se usa para eventos como bodas, bautizos o algunas fiestas de oficina, en los que se puede optar por un vestido a la rodilla, media pierna o largo, siempre y cuando no sea muy elegante; también se puede optar por un pantalón y una camisa acompañados de zapatos de tacón alto y un clutch. En cuanto joyería, los accesorios no muy grandes y exagerado son una buena opción.

Coctel

Fotos: Pinterest

Es el estilo más común y popular, pero requiere cierto cuidado y atención. Se lleva para eventos tan diferentes como bodas, bautizos, comuniones o fiestas empresariales. Se permite el vestido corto de buen material, pero NO DIMINUTO, acompañado de tacón alto o medio. El maquillaje y accesorios deben ser sobrios. Se deben evitar los vestidos largos (error que cometen muchas mujeres).

Festivo

Fotos: Pinterest


Ideal para celebraciones como Navidad o fin de año, donde se puede llevar el traje de coctel con ciertas variaciones que lo hagan más llamativo como el uso de las lentejuelas, las plumas y brillos, donde hay cabida a peinados más desenfadado y naturales, pero sin caer en la ostentación y exuberancia.

Business formal

Fotos: Pinterest

Apropiada para eventos corporativos o para aquellas personas que trabajan en entidades financieras o gubernamental, implica un alto grado de profesionalismo y liderazgo donde el protocolo y la elegancia son altamente requeridos por eso, las faldas, los pantalones palazo, los trajes de falda o pantalón en tonos azul oscuro, gris o negro de lana o paño acompañados por camisas de algodón y zapatos de tacón medio o stilettos, estarán siempre en el armario de aquellas mujeres que se apegan a este estilo.

Business casual

Fotos: Pinterest

Sin duda el más usado en nuestras oficinas, es más relajado y busca darle un toque de comodidad al estilo formal, sin perder la elegancia, lo cual se logra con un armario donde predominen las camisas o blusas con manga ¾, vestidos o faldas a la rodilla, pantalones de dril, zapatos de tacón grueso, pero admite un giro más informal con  el uso de accesorios como pashminas o pañoletas.

Smart casual o casual friday

Fotos: Pinterest

Estilo informal que permite el uso de una variedad de diseños y combinaciones siempre y cuando conserven cierta sobriedad y elegancia, que caracteriza generalmente a los atuendos usados los viernes para ir a trabajar, aunque también sirve para atender a eventos como cumpleaños,  en los que se puede ir muy bien con una falda tipo lápiz, vestidos lisos, pantalones de algodón o tweed, jeans y zapatos variados que van desde los de tacón grueso o corrido, hasta las bailarinas o mocasines.

Casual

Fotos: Pinterest

Para asistir a reuniones familiares o de amigos. Aquí usted puede llevar vestidos, jeans, zapatos tenis, camisetas, suéteres, chaquetas de diferentes tejidos y jugar un poco arriesgándose con sombreros, gafas de sol, pañoletas o bolsos grandes y de diseños llamativos.

Informal

Fotos: Pinterest

Vestimenta del día a día, donde la comodidad prima sobre la elegancia; tienen cabida jeans, las camisetas, los pantalones informales y los zapatos tenis, planos y deportivos pero eso sí, aunque es más desenfadado evite caer en malos hábitos como la falta de arreglo o de gusto en las combinaciones llegando al descuido de la imagen personal.



jueves, 31 de agosto de 2017

Guardarropa de lujo con presupuesto limitado

Vestir bien está en la lista de prioridades para la mayoría de las mujeres. ¿Pero qué pasa cuando no se cuenta con el presupuesto adecuado para comprar la ropa que se desea? Pues bien, siempre existe la posibilidad de verse elegante y bien vestida, para lo cual, respire profundo, tómese una pausa, lea y reflexione sobre estos puntos que seguro le ayudarán a sacarse más partido a usted y a su guardarropa:

Foto: Pinterest

  • Preste atención a los forros, especialmente de los abrigos y chaquetas. Las costuras invisibles y con hilo del mismo color de la tela, producen la sensación de llevar una pieza de lujo y buena calidad.
  • Fíjese si los estampados coinciden en las costuras de la prenda, este detalle indica que el fabricante pensó en la calidad de la pieza y no solo en la economía a la hora de elaborarla.
  • Prefiera prendas confeccionadas con telas de fibras naturales como el algodón, la lana, el tweed o el lino sobre las sintéticas como el poliéster; ya que por su textura tienen una mejor caída y evitará pasar vergüenzas con esas desagradables motas o bolitas que aparecen dando un efecto tan molesto a la pieza.
  • Cuando de cuero o gamuza se trata, vaya siempre por piezas originales, que con el tiempo representarán más que un gasto una inversión, si no puede hacerlo, es mejor que con ese dinero compre una prenda que se acomode a su presupuesto y que sea de buena calidad.
  • Las cremalleras mal cocidas, demasiado visibles o de color diferente a la tela de la pieza denotan poca atención en los detalles y evidencian la falta de diseño y buena confección, por eso de ahora en adelante échele un ojito a las cremalleras, su guardarropa lo agradecerá.
  • Cuidado con los detalles. No solo las fallas en la confección o diseños de una prenda hacen que esta se vea barata, llevar la ropa arrugada, torcida, mal abrochada o descosida hacen que cualquier persona se vea mal vestida, y es que con razón dicen por ahí: “aunque la mona se vista de seda...”.
  • Las lentejuelas, brillos y encajes, en esencia, tan usados para la noche, si se van a llevar durante el día debe ser con moderación y en pequeños detalles. Su uso excesivo puede llamar la atención de manera negativa, haciéndola lucir recargada y estrambótica.
  • Las prendas clásicas como una camisa blanca, una falda a la rodilla, un pantalón con buen corte y ajuste a la cintura o un vestido negro clásico siempre serán símbolo de estilo, clase y refinamiento, por algo sin importar las variaciones de la moda, siempre estarán vigentes y serán piezas clave dentro de un armario femenino.
  • Ponga atención a la calidad de los herrajes y adornos. En el caso de los botones y elementos metálicos, estos deben ser de buena calidad, no deben estar pelados, desgastados y menos quebrados, porque también hablan a gritos de la calidad de la prenda.
  • Para un guardarropa de calidad busque crear el efecto de que sus piezas están hechas a la medida y para lograrlo tenga como aliada a una buena costurera o modista, que le ayude a ajustar su ropa para que le quede como un guante o como si hubiera sido pensada exclusivamente para usted.
  • Finalmente, sea consciente de sus prioridades a la hora de comprar. Invierta en las prendas que mayor se ajustan a su estilo de vida. Por ejemplo será más productivo gastar dinero en una buena camisa y pantalón que llevará por muchos años y para diferentes ocasiones que en un vestido de fiesta que probablemente usará un par de veces en toda su vida.


jueves, 17 de agosto de 2017

Cuarenta ¿y qué?

Consideraciones de estilo cuando se llega al cuarto piso.

Foto: Pinterest

A unos días de haber cumplido mis 41 años y después de reflexionar sobre lo que ha sido mi estilo en estos últimos 20, he llegado a la conclusión de que he pasado por muchas facetas, todas ellas necesarias para que ahora como mujer adulta, tenga en claro lo que me gusta y no me gusta a la hora de vestir.

Si bien es cierto, la constante en mi vida ha sido más bien la de tener un guardarropa clásico, no han faltado en él algunos deslices y estilitos curiosos. Por ejemplo, recuerdo como en mis 20 y después de graduarme de la universidad llevaba minifaldas; me encantaban, las usaba para ir a la oficina con medias gruesas y mocasines o con medias veladas y tacones. También me gustaban los trajes sastre, que ahora aborrezco porque me hacen sentir uniformada.

A la hora de salir, ni hablar de las camiseticas que usaba para ir a bailar. Me gustaban de tiritas, ajustadas al cuerpo, abajo del ombligo y a veces arriba de este y me encantaban los pantalones a la cintura, que combinaba con botas o tacones muy altos, porque para mi los zapatos bajitos no iban con las fiestas y salidas nocturnas.

El pelo, solía llevarlo siembre largo y a veces recogido con una moña porque me hacía sentir sexi. Pero también lo usé muy corto, encima de los hombros, a mi mejor amigo le encantó, pero al que era mi novio no le gustaba, y tengo que confesar a mi tampoco, soy más del tipo que lo prefiere que caiga debajo de los hombros.

Ahora, cuando recuerdo esos días entre risas y a veces un poco de vergüenza, reconozco que esos años fueron un interesante laboratorio de experimentación, de descubrimiento de colores, formas y texturas que me llevaron a ponerme lo que me gustaba, porque sí, porque lo podía comprar si era costoso o porque era tan barato que no importaba si lo desechaba después de una puesta.

De regreso al presente y con ese aprendizaje, me siento más segura con mi cuerpo y con mis decisiones y desaciertos a la hora de vestir, porque esos errores del pasado ayudaron a formar la columna vertebral de mi estilo actual, del cual resalto algunos puntos que me gusta tener en cuenta y que resumo a continuación:

  • Para mí es imprescindible tener buen espejo de cuerpo entero, porque me gusta observar en plenitud como me queda lo que me voy a poner. A veces me gusta mucho lo que veo, otras no; pero ese espejo me permite tener una visión general de lo que llevo puesto y cómo se me ve.
  • Disimular aquellas partes de mi cuerpo que no me gustan. Me caen muy mal unos rollitos que tengo al lado de las axilas, por eso evito las camisetas de tirantes incluso cuando hago ejercicio y solo las uso con chaquetas o blazers porque me gusta el efecto que tienen; pero eso sí, nunca, nunca me dejo ver con una de esas sin algo que tape mis gorditos.
  • Siempre he sido de llevar ropa de mi talla, me gustan las prendas que envuelvan mi cuerpo, pero que no lo aprieten y no he sido fan de la ropa demasiado holgada, porque me siento como llevando algo prestado o que no fue hecho para mí.
  • La ropa interior me importa y mucho, no me gustan los interiores demasiado pequeños porque me siento desnuda, chocheras creo, y en cuanto a la parte superior prefiero que se vea el busto natural y no agrandado con brasieres de realce que me hagan sentir muy “bastantona”, cosa que personalmente odio. Igualmente, no me gusta que estas prendas se marquen demasiado ni que me saquen rollitos por no ser de mi talla.
  • A mí me encanta ese dicho de: “Los 40 son los nuevos 20”, por eso me siento muy contenta con mi cuerpo y como ha venido cambiando con los años, además sé que hay un montón de ropa como pantalones, vestidos o camisas que puedo usar para verme elegante, chic, sofisticada y juvenil sin tener que recurrir a minifaldas, ombligueras o pantalones extremadamente ajustados que ya no van conmigo.
  • No me gusta ser esclava de la moda y de las tendencias pasajeras. Debo admitir, hay cosas que me encantan y una que otra vez caigo en la tentación de comprar alguna novedad, pero prefiero invertir en un buen vestido, pantalón, falda, jean o en mi prenda preferida: una chaqueta o blazer porque bien escogidas pueden volverse piezas comodín, prácticas, útiles y que duran años.
  • Aunque a veces me equivoco, he aprendido a conocer los colores que me favorecen y me gusta usarlos, tengo tendencia a usar mucho negro, pero trato de evitarlo porque siento que me pierdo entre la multitud. Por eso cuando quiero que me noten o estoy de muy buen humor le apuesto a algún color para alegrarme la vida.
  • Pese a que soy muy quisquillosa a la hora de comprar ropa o accesorios, me encanta cuando alguien me los regala, sobre todo cuando lo hacen mi mamá o mi hermana, las personas que mejor me conocen, porque me sacan de mi zona de confort y en ocasiones me han llevado a usar prendas muy interesantes que yo nunca hubiera comprado.
  • Finalmente, debo reconocer que me gustan mucho las rebajas, pero me gusta comprar con plena conciencia de que voy a adquirir piezas útiles, fáciles de combinar y de buena calidad a la mitad del precio en lo que yo llamo compras inteligentes.
¿Y tú, Si ya llegaste al cuarto piso, cuáles han sido tus principales lecciones a la hora de crear tu estilo personal?

domingo, 16 de julio de 2017

¿Qué tan básicos son los básicos en el armario de una mujer?


Recientemente, entrenándome en mi rol como asesora de imagen, estuve revisando el armario de una amiga. Lo hice de manera rigurosa: gancho por gancho, prenda por prenda y cajón por cajón; escudriñando la maraña de prendas que adquiridas luego de años de caprichos, sueños o necesidad conforman ese lugar secreto tan suyo y tan propio, que la define e identifica en el mundo en el cual se desenvuelve como mamá, profesional, amiga, esposa o cualquiera de esos adjetivos que la definen en su vida cotidiana.

Mi amiga, relacionista pública independiente, se definiría, si es que una etiqueta así se puede dar a una persona, como una mujer con un estilo clásico y más bien conservador a la hora de vestir. Por eso, dentro de ese universo personal de su armario abundan los pantalones de colores sobrios, las camisas blancas, uno que otro vestido de “oficina”, chaquetas y botas, muchas botas.

Luego de una tarde revisando su armario y discutiendo sobre lo que se quedaba y lo que se debía ir, la sesión de trabajo culminó sugiriéndole cuales eran las prendas de fondo de armario que debía tener para estar siempre bien arreglada y que además le ayudarían a construir looks versátiles, fáciles de ensamblar y con los que se sintiera elegante, cómoda y bien vestida. Fue así como salió la lista de básicos que enumero a continuación:

Imagen: www.espaciobilbao.com


·         Vestido negro
·         Pantalón negro
·         Camisa blanca
·         Falda lápiz o tipo A
·         Jean
·         Camiseta o franela blanca
·         Blazer de color neutro
·         Pantalón caqui
·         Trench o gabardina
·         Cartera para el día
·         Cluth o bolso tipo sobre para la noche
·         Zapatos tipo salón
·         Bailarinas o baletas

Una vez terminada la tarea y de ver a mi amiga satisfecha con un closet reluciente, un par de bolsas llenas de ropa vieja para tirar y una lista de pendientes para comprar, me surgió una inquietud: ¿Y qué tal si la persona asesorada fuera una entrenadora fitness, una punk o una rockera de profesión? ¿Aplicarían estas normas y estos mismos clásicos para estas mujeres?

Pues creo que no, o por lo menos no de manera tan literal. Ciertamente, se podrían adaptar algunos básicos para determinadas ocasiones, pero seguramente para el día a día de muchas personas estas prendas no apliquen y deban ser cambiadas o modificadas. Por ejemplo, para la entrenadora fitness, funcionarían mejor unos leggins y zapatillas deportivas que pueda combinar con una chaqueta o zapatos de tacón que le permitan transformarse en una mujer de negocios en un abrir y cerrar de ojos, siempre y cuando la ocasión lo permita.

O que tal, las fanáticas de las botas Dr. Martens que van muy bien con las rockeras o con aquellas que se decantan por el estilo punk, seguramente se sentirían fuera de su elemento usando una cándida camisa blanco con una falda tipo A o recta y preferirían unos jeans negros, una minifalda y una súper cool chaqueta de cuero negras con unas mayas del mismo color, que vayan con su estilo de vida y gustos musicales.

Con esto no quiero decir que no sea importante construir un fondo de armario que nos permita tener una serie de piezas comodín que se puedan aplicar y combinar para muchas ocasiones, por el contrario, sería bueno abrir un poco más el espectro y contar con un rango más amplio de piezas básicas que no se limiten a una lista o un puñado de ítems, al fin y al cabo las posibilidades de vestir son tan diversas como mujeres en este mundo.


¿Y Tú? ¿Cuál sería tu fondo de armario ideal?

miércoles, 8 de marzo de 2017

Mujeres, moda y emancipación

La moda, esa pasión efímera ligada, entre otros, a hábitos o modos de vestir que de manera fugaz se definen cada temporada por prendas, atuendos y accesorios que dictan la manera cómo se debe cubrir el cuerpo de una mujer (y de un hombre también), más que un pasatiempo frívolo o trivial, ha sido el espacio propicio para la emancipación femenina y su posicionamiento como fuerza laboral y económica.

Coco Chanel es fiel representante de este binomio de moda y poder económico. Hija de un vendedor ambulante, creció en la pobreza de la que salió revolucionando la manera de vestir de las damas francesas de la Belle époque, a quienes cautivó con los pantalones masculinos, camisetas de franela o trajes de dos piezas como una respuesta a los corsés y preludio de la liberación del cuerpo y la mente que la llevaron a erigirse como fundadora y directora de uno de los imperios de moda más importantes del siglo XX y XXI.



Otra innovadora es Mary Quant, quien con sus diseños arriesgados y coloridos le dio una voz a los adolescentes y jóvenes británicos por allá en los años 60, que llevaban como signo de rebeldía sus suéteres de punto, pantalones acampanados, zapatos de plataforma, botas a la rodilla y cuyo momento más importante es el lanzamiento de la minifalda, símbolo de la revolución sexual, que perdura en nuestros días.



Ejemplo de independencia, Diana Von Fustenberg, quien estuviera casada con el noble Egon Von Furstenberg, y no obstante su privilegiada situación social, tomó las riendas de su carrera posicionándose como diseñadora y creadora de la casa de modas que lleva su nombre y que en el año 1973 lanzó el vestido cruzado (Wrap dress), que envuelve el cuerpo ajustándose con un cinturón sin cierres o botones, considerado una pieza icónica del armario femenino por más de 40 años.



Diana Vreeland también incursionó en revistas como Harpers Bazaar y Vogue, (durante su época más fructífera) pero como editora de moda, sentando las bases para quienes hoy en día ostentan este cargo. Estrambótica y visionaria, llevó a los magazines de moda más allá de una guía básica de consejos a publicaciones suntuosas de gran calidad con imponentes fotografías y artículos a través de los cuales transformaba a estrellas como Barbra Streisand o Audrey Hepburn en modelos fabulosas como se hace actualmente.


Esta es solo una muestra de algunas mujeres, que sin importar su condición de parias, obreras o nobles han representado un papel protagónico en el mundo de la moda, bien sea construyendo imperios, lanzando prendas icónicas o cambiando la manera de ver y apreciar una industria que vive por y para ellas.

lunes, 27 de febrero de 2017

Retrato de Luis Barragán el sastre pintor


Vive en Ciudad Jardín y viaja todos los días a la Zona T, en Bogotá, porque es allí donde  tiene sus clientes: hombres de negocios, diplomáticos y extranjeros que seducidos por la magia de su oficio asisten a reuniones y eventos vestidos con los trajes hechos a la medida de Luis Barragán.



Voy por la zona T abarrotada de restaurantes, almacenes y tiendas de diseñador, pero también de puestecitos de vendedores ambulantes que se rebuscan la vida. Camino, miro, pregunto; insegura, me acerco a un puesto de dulces para averiguar si conocen un sastre y con duda me señalan un centro comercial.

Entro, pero no es la persona que estoy buscando. Vuelvo a la calle y esta vez agudizo mi ojo para ver bien las señales ocultas que me lleven al sitio, del que no tengo ni siquiera la dirección, y sin tardar mucho al dar la vuelta a una esquina, ahí está: una sastrería, no es muy visible porque hay un restaurante en la planta baja: ¿Aquí hay un sastre? Pregunto. Suba al segundo piso: me dicen.

El local es pequeño: un mostrador, cuatro máquinas con diferentes funciones, una mesa para planchar, un estante con telas y un armario con los trajes listos para entregar. Él no se ve tan mayor como lo había imaginado y la sastrería es más modesta de lo que su fama me dice. Nos saludamos, le comento que quiero entrevistarlo, acepta pero me sugiere que lo llame para acordar un encuentro: “Ahora estoy muy ocupado”.

Nos reunimos un domingo. Me cita ese día porque está más relajado. Va a la sastrería todos los domingos a adelantar los trabajos que el agite de la semana no le permite finalizar y para escapar de sus hermanas, con las que vive: “Me gusta meterme aquí los domingos, porque en mi casa dan mucha comida, hacen cosas ricas y me subo de peso. Debo cuidarme porque tengo un marcapasos”.

“Yo me despierto a las tres de la mañana, no puedo dormir más. Me levanto, hago ejercicio, me baño, desayuno y a las siete u ocho de la mañana estoy saliendo para acá. Me demoro media hora de la casa a la sastrería y trabajo hasta las seis o siete de la tarde, si hay que entregar algún traje salgo de aquí cerca de las diez de la noche”.

Así es la rutina de Luis Barragán, un sastre de la Zona T, el que vive en el barrio Ciudad Jardín y día a día se transporta al norte de Bogotá para vestir a importantes señores de familias muy reconocidas de alta sociedad, pero también a extranjeros, diplomáticos y hombres de negocios que llegan recomendados por los empleados de los almacenes de paños del Centro Comercial Andino.

En su sastrería mide, corta, cose y confecciona a partir de un rollo de paño, que cuesta cerca de 450 mil pesos el metro, trajes que oscilan entre los dos y los tres millones: “Mis clientes son de mucho caché, vienen a este chusito de sastrería, esa es la razón por la que trabajó aquí, porque donde yo vivo la gente ya no manda a hacer ropa, la compra hecha”.

Luis es un hombre de tez morena, las canas en su cabeza evidencian su edad, él aparenta 10 años menos, mide cerca de un metro sesenta. Es calmado, pausado, piensa muy bien antes de contestar mis preguntas, pero le gusta conversar y hablar de su vida, se siente cómodo contándome sus experiencias y vivencias. Tiene 70 años, ha dedicado 55 al oficio, empezó a los 15, como castigo por ser expulsado del colegio cuando estaba en tercero de bachillerato. Su padre que era el dueño de la fábrica ‘Café Emperador’, lo envió con un sastre: ’Don Carlos’, al que le tenía alquilado un local, para mantenerlo ocupado mientras empezaba el año escolar.


A Luis le quedó gustando escuchar a los sastres contar historias, verlos fumar y tomar mientras se hacía cada vez más hábil en el arte de coser pantalones, chaquetas y trajes. El que no estaba muy complacido era su progenitor, porque veía que su hijo se iba volviendo muy “sinvergüenza”, no le pagaban y no estaba interesado en volver al colegio, entonces como represalia, le pidió el local a ‘Don Carlos’ y envío a su heredero como aprendiz a la Sastrería Bogotá, en el barrio Siete de Agosto.

A los 18 años ya era todo un sastre, pero por su juventud no le daban trabajo. Montó un taller en su casa, hacia trajes para familiares o conocidos y siguió haciéndolo hasta los 22 años, cuando su papá lo obligó a terminar el bachillerato. Él aceptó con la condición de estudiar medio tiempo y fue así como se graduó del Colegio Pío Latino, con la ayuda de los profesores con los que salía a tomar después de clases.

La sastrería es lo que me tocó hacer para vivir

Seguimos conversando y le pregunto por su pasión, por la sastrería. Hace una pausa y dice: “Cuando terminé el bachillerato no quise seguir estudiando. Yo soy muy bueno para el dibujo y mi hermana mayor me dijo que hiciera un curso de Bellas Artes en la Universidad Nacional, estuve allí cuatro años en varios programas de extensión y aprendí a pintar. Para mí es una satisfacción muy grande, porque con la pintura lleno mis ratos de ocio, es lo que realmente me apasiona”.

“Aunque yo sea considerado como uno de los mejores sastres, lo que a mí realmente me gusta es pintar en pastel, oleo, dibujar a lápiz, no importa la técnica. La pintura es lo que me llena de orgullo… La sastrería, es lo que me tocó hacer para vivir. Yo puedo meterme fácilmente un día en la mañana a mi estudio y amanecer pintando, ni me doy cuenta, el tiempo pasa. En cambio la sastrería me aburre”.

En varias oportunidades le he sacado el cuerpo a esto por cansancio. “Una vez acabe con todo, vendí hasta la última aguja y monté una cadena de comidas rápidas: ‘Mitos Pizza’, en el sector del Country Sur, fue muy próspera pero se acabó en los 90 porque empezaron los robos y atracos, entonces tocó cerrar y volver al oficio que siempre me ha dado para vivir”.

Es que este trabajo es muy bien remunerado: “El sastre gana muy bien”. Un ayudante puede recibir al día 70 o 100 mil pesos por hacer arreglos, una persona que cose una chaqueta unos 220 mil y ese pago se recibe al acabar y entregar la prenda, por eso al sastre le queda mucho tiempo para derrochar el dinero y dedicarse a “la sinvergüencería”.

¿Sinvergüencería? Le pregunto…”Precisamente, por la manera en la que un sastre gana el dinero, se presta para que sea inconstante con las mujeres”. Dice Luis, que aunque actualmente está solo, estuvo casado una vez y tuvo varias relaciones, porque según él: “Yo no me acuerdo de haberle sido fiel a una mujer, para mí era muy fácil dejarlas”. Aunque me confiesa, eso sí, que tuvo un amor inolvidable, el amor de su vida, una periodista que trabaja y vive en España, pero sobre la cual no dijo nada más.

Fruto de esas relaciones tuvo 5 mujeres y seis hijos. A una de sus hijas no la conoce, la mamá era familiar de un político de la ciudad y la relación no terminó bien. Tiene tres hijas más con las que se comunica poco y 2 hijos varones con los que mantiene contacto porque los crió y educó, tienen 37 y 17 años. El menor vive con él y le está pagando la universidad.

Y volviendo al oficio, cuando le pregunto a Luis por el futuro de la sastrería, me dice con su voz calmada que eso no le preocupa: “siempre habrá mercado para los sastres porque hay cuerpos difíciles y gente que tiene dinero para pagar por un buen traje hecho a la medida. Lo que va a escasear es el sastre porque en la actualidad ya no hay buenos y a los jóvenes no les interesa aprender este oficio”.

“A mí me hubiera gustado que alguien aprendiera lo que yo sé, como yo lo sé hacer pero no encontré nunca a una persona que quisiera trabajar este arte. Yo, personalmente, no creo que la sastrería vaya a decaer porque uno siempre tiene los mismos clientes, cuando se mueren desaparecen, pero llegan otros”.

Terminamos nuestra charla y veo su trabajo: piezas de paño, chaquetas a medio armar, pantalones con hilvanes en el ruedo, pero también trajes finamente terminados. Me los muestra con orgullo por el derecho y el revés, las puntadas son perfectas y las terminaciones también, todos tienen el sello “Luis Barragán”.

Antes de irme me hace la última confesión: “un sastre es como un psicólogo, genera un vínculo muy personal, desnuda no solo el cuerpo sino también el alma de su cliente en una relación que, a veces, perdura toda una vida”.